23.6.10

Megalomanía de Juan Sabines y Yasir

Dicen los diccionarios de Psiquiatría, que la megalomanía es un estado psi¬copatológico caracterizado por los delirios de grandeza y que a menudo el término se asocia a una obsesión compulsiva por tener el control de todo. Con puntualidad las descripciones retratan a este estado como un síntoma de desórdenes psicológicos como el complejo de superioridad o de compulsión eufórica, donde el sujeto perturbado tiende a ver situaciones que no existen, o a imaginarlas de una forma que sólo él termina creyéndose. Con eso ¿Será pues, que hay megalómano a la vista? Los ejemplos más comunes de esta psicopatología son los empe¬radores y dictadores
Su causa más frecuente según don Segismundo Freud – froid pá los cuates –describe esta conducta como un mecanismo de defensa a infancias con abusos físicos e incluso sexuales, y abun¬da que quienes manifiestan esta distorsión pueden ser también personas con problemas con su imagen, que no se gustaban de niños (adultos que fueron niños obesos o individuos con deformi¬dades, o con orientaciones sexuales que les valieron la chunga en la infancia) y remata que también son víctimas de este trastorno, individuos que padecieron en grandes etapas de su vida, comple¬jos de inferioridad o de baja autoestima(por falta de paga, entre otros).
Descrito lo anterior, es menester decir que ese mal se ha hecho presente en los últimos años en los gobiernos chiapanecos. Desde el ego de soloyó (pablo salazar), que nunca tuvo empacho en convertir en emblema institucional aquella expresión de: uno con todos. Asumiéndose casi como un Dios omnipotente que baja a la tierra (poder legislativo, judicial, medios de comunicación y ciudadanos, en ese órden) para decirles: - estoy contigo.
Pablo dejó una escuela de megalomanía que ni siquiera el irascible Patrocinio González o el grandilocuente Roberto Albo¬res se permitieron alcanzar; pablo superó a estos dos titanes en materia de ejercicio del poder omnipotente por varios cuerpos. Seguramente porque tanto Patrocinio como Albores, venían de familias harto acomodadas y conocieron el poder, el cariño familiar y la opulencia con gran cercanía. Don pablo no.
Cuando yo lo conocí, andaba en un volchito viejo y era un tipo gris, flacón e insulso que no despertaba ninguna expresión de inteligencia. Sin embargo cuando fue secretario de gobierno era sorprendente oírle un discurso inteligente. Cuan¬do hizo campaña para senador se notaba empode¬rado y muy sagaz, pero al inicio de su campaña de tres años para gobernador, pablo se había transformado en un león rampante (sí, como los de nuestro escudo) que mordía y vociferaba con una megalomanía velada, y que escondía atrás de su tono de voz concilia¬dor y lúcido, su verdadera esencia. Muchos amigos podrían atestiguar que en su momento les expresé preocupación por este lobo escondido atrás de la piel de oveja. Don pablo fiel a sí mismo, fue un gran megalómano, un tirano de muchas maneras y un déspota. Pero no es el único. Hoy, hay gallos que muestran a pablo como polluelo. En este gobier¬no hay megalómanos que emprenden “su lucha”, acusando preocupación por los necesitados. Pero no es cierto que estén preocupados. Solo quieren el poder y el dinero.
Son antiguos miserables que hoy, drogados de poder y de dinero, babean estupidez a su paso. Y nosotros sumisos hacemos genuflexión. Nunca fue¬ron tantos como los que hoy nos rodean. Llámese como se llame, hay a pasto. Los que me preocupan ahora son los que están en campaña. Son aquellos que pactaron con “dios” y van en caballo de hacienda. Dios no agarre confesados.
Porque estará usted de acuerdo que usted puede “ser” Chiapas o México o la selección mexicana, que representan unidad de valores que dan pertenencia. Pero nadie podría decir: Yo soy Juan Pablo Segundo, sería una expresión de una soberbia y de una estupidez insultante. Tampoco podrían decir yo soy el Chapo o la Barbie, por¬que no solo se expone a que los venadeé a tiros el ejército o algún sicario molesto de que usurpen el nombre del jefe, sino que además lo pondría en la tesitura de delincuente lamesuelas. Por el contrario si podría decir yo soy Chiapas, porque te remite a una pertencia orgullosa del terruño maravilloso que es nuestro estado y contrarres¬ta además, la suerte de vergüenza que algunos estúpidos tienen cuando estando en el DF o en el norte, alguien les pregunta: ¿ de donde eres ?

Si jaguares jugara como el Toluca o los Pumas, alguien podría decir: yo soy jaguares. Pero que alguien honestamente diga: yo soy Yasir rebasa en mucho mi entendimiento. No solo porque no sé como Yo podría ser una persona que no co¬nozco, o como esa expresión me puede remitir a una pertenencia. Recalco pertenencia porque seguramente esa fue la intensión de los estúpidos creadores de ese eslogan, que únicamente que lo¬graron desnudar la brutal megalomanía de Yasir.
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