Hemos recibido como enseñanza básica un nacionalismo revolucionario priísta que ahora hemos adoptado como una imagen de nuestra identidad, y si bien el PRI ya no impone como instituto político, nos ha dejado acendrada su costumbre inescrupulosa en la que la hazaña, es llegar y no importa el precio. Y una vez ungido del poder, ha ejercerlo omnímodamente.
La política clientelar y el amasado de una sociedad de pobres y marginados que sueñan cada tres o cada seis años, que vamos a ser salvados,es la principal base de nuestra historia reciente. En este proceso, líderes, políticos, sindicatos, universidades e intelectuales han sido cómplices, cuando prefieren loar al truhán del momento, en lugar de prescindir de la chuleta, del vino y del estatus económico alto, para criticar y construir.
Decía un joven sabio: México es precario y provisional. Pero el asunto es que no es una definición del país o de Chiapas, sino una definición de su política y del modo en como los ciudadanos interactuamos cuando construimos el lado colectivo.
Ciertamente nuestra sociedad en el ámbito público no avanza con la celeridad que debiera. Seguimos aceptando soluciones malas y vicios, que hemos acumulado con el pasar de los años, y que si bien existe una conciencia mayor al respecto, los hábitos del poder, los intereses económicos y las clientelas políticas, llevan a los nuevos virreyes a repetir viejas fórmulas, que en el fondo defiende viejos intereses, que guardan nuevas vestiduras: Tener el poder absoluto.
Dice Jorge Castañeda:
México ha perdido el paso: camina despacio, sobre todo en palacio. Parece un país de instituciones débiles, desdibujado en su identidad internacional: un gigante dormido, que luego se agita sin poderse mover.Es posible.
Con miras al nuevo proceso electoral que se avecina, los chiapanecos tendrán que hacer un esfuerzo para recordar, ¿qué hemos obtenido del PRI o de las Alianzas en los últimos 10 años? Los ciudadanos deberán evaluar su paso por el poder y calcular la dimensión de la veracidad de los candidatos, para no seguir tropezando con gobiernos que no sumen, exclusivamente para sus arcas personales. Los chiapanecos deberán sacudirse esa identidad agotada, anclada en lo provisional y precario, y comenzar a edificar sobre bases más encomiables.