23.3.10

Democracia clientelar


El génesis clientelar







Aún no ha iniciado el proceso electoral en Chiapas (marzo de 2010)y los barruntos del timo en la pericia electoral ya están en camino. Sin pretender hacer un catálogo de los modos y formas para estirar el marco legal y para tensar el arco hasta un punto que da sólo notas que, en el terreno jurídico, son permitidas o son prácticas que la ley no prevé con exactitud, pero que inescrupulosamente serán utilizadas por quienes tienen dinero o acceso a recursos públicos.



De nuestra historia reciente recordemos que el PRI creó los famosos arreglos corporativos y clientelistas usando los dineros públicos, así como las concesiones y los contratos de obra pública como un medio de control. Con este elemento se consiguió votos de sindicatos, sectores sociales con rasgos de pobreza, desempleados y políticos opositores al orden preestablecido, para que todos se sumaran a “un proyecto político”.

De esas lecciones de cómo hacerse de votos, debemos recordar la bonanza petrolera que surge en los años setenta del siglo pasado y que permitió consolidar al clientelismo electoral muy mexicano, pues el gobierno disponía de recursos no auditables o que se regulaban con amplias sombras administrativas y que iban directamente a la compra de votos o voluntades. Se tasaba el pago del sufragio, o se creaba instancias públicas destinadas a ser la caja chica de candidatos o el lavadero de dinero, de recursos que no reclamaban comprobación y que fueron utilizados para inclinar la balanza electoral. Los gobiernos priístas innovaron formas inescrupulosas de hacerse de votos, que ciclo tras ciclo perfeccionaron.Es por ello que se ha creado una subcultura de irresponsabilidad socio-gubernamental peno- sa. Cuando el gasto público no se apareja de responsabilidades ciudadanas para justificarlo, se estimula una cultura para “vivir del presupuesto”, que raya en una corrupción ominosa. Cauda de nuevos burócratas y sindicatos de gobierno “viven del presupuesto” sin hacer otra cosa más que engrosar los aparatos burocráticos de baja productividad. Hay investigaciones formales que dicen que entre 2001 y 2007 el gasto en servicios personales en los gobiernos estatales creció 29%, mientras que en los ayuntamientos se disparó en 68%.4 ¿y sabe usted en que retribuye esta alza al presupuesto y esta duplicación de la plantilla de personal?, en ampliar las posibilidades de que cada gobernante imponga a su sucesor. O, no perdamos de vista lo sucedido en las negociaciones del presupuesto para el 2010, cuando la CNC del PRI, logró una reasignación de 22 mil millones de pesos para el campo, explotando el argumento de que el campo estaba olvidado y la marginación en que siguen viviendo los campesinos mexicanos, pero lo que debería de preguntarse es, si los beneficios de esos recursos son para los campesinos o para sus líderes. Si va a retribuir en las actividades agrícolas o garantizará que el PRI o el PAN, tenga más recursos para comprar votos.


Luego de los priístas, los panistas, perredistas…



Ese esquema clientelista heredado del PRI no se ha ido. Si ahora hay más controles, o candados – como les gusta decir a los que se quieren purificar en la honorabilidad – no significa que no se hayan innovado mecanismos para mantener el status quo electoral. Porque si bien la transición democrática en México logró generar elecciones limpias, estas llegaron casi sin alterar el pacto clientelista. La nueva democracia electoral ha incluso profundizado las clientelas de antes y otras nuevas. Los sindicatos se han mantenido intactos y ahora están más autónomos, ya no se reconocen priístas, sino calderonistas o elbaestheristas o pejistas, es decir, hoy están sujetos al mejor postor y han incluso, quitádose las máscaras y sin mayor pudor estiran una mano, mientras la otra sostiene la boleta electoral.


Más justicia, pero no Estado de Derecho


¿Pero como identificamos el mal, y no lo corregimos? Bueno pues porque la impunidad sigue siendo la principal fragilidad del Estado. Nuestra justicia que debería ser imparcial, universal y eficaz, no llega todavía. Aún cuando el poder judicial con sus tribunales más independientes y profesionales se han vuelto más confiables, como el caso del TRIFE. Pero sólo acceden a éstos si tienes los recursos económicos y técnico jurídicos para hacerlo. Si el ciudadano común confía en llegar a estos tribunales esperando que el Estado lo ampare, lamento decirle que aún no es posible. Si no soy claro, cheque lo que les sucede a los padres de los casi 50 niños muertos por negligencia en la guardería ABC de Sonora. La SCJN, tuvo un tibio juicio y los responsables siguen tan campantes. ¿Cómo dormirán estos sátrapas?

Es triste decir que nuestro Estado aún sigue siendo de excepciones. Los usos y costumbres de la política clientelista han anclado al sistema judicial para que éste no avance. Más no olvide que el sistema judicial está compuesto de hombres cuya honorabilidad es dos veces más baja que la de un ciudadano común. Pues en ellos recae la responsabilidad de garantizar el estado de Derecho y supone su encargo el conocimiento técnico de la ley. Sólo habría que agregar que como hombres también sucumben a los cañonazos de dinero o prebendas, y por ello son doblemente culpables. Ellos, los jueces y magistrados, son los principales responsables de que el país y Chiapas particularmente, tenga dos lecturas. Una virtual y otra formal. La primera es la legítima aspiración a ser gobernado por las leyes y la segunda es que la aplicación selectiva de las normas entraña una corrupción brutal y tangible. Un Chiapas legal en el discurso y otro injusto en los hechos. Luego pues, resultan más importante los “clientes” que los ciudadanos.


La partidocracia y la mediocracia



Como parte de un proceso, los mexicanos necesitamos casi 70 años para sacudirnos al PRI de la Presidencia de la república, que estableció un régimen dictatorial soterrado. Teníamos elecciones y efectivamente elegíamos a presidentes priístas, pero ello en un ámbito de temor al presidencialismo exacerbado y cuando logramos sacar al PRI de Los Pinos, no nos percatamos a ciencia cierta de la aparición de la partidocracia. Es decir, trasladamos el culto al presidencialismo a Partidos y estos retomaron los trozos del dinosaurio y comenzaron ejercer y abusar del poder. Lo que antes era una suerte de enemigo grande se pulverizó en – por decirlo de una manera – varios enemiguitos. Solo que resulta más complicado atender varios frentes que uno solo.

Pero afortunadamente hay lecturas positivas de este proceso, en primera, la división de poderes entre el ejecutivo y el legislativo, que equilibraron la toma de decisiones del orden social. Eso claro está en el plano nacional. En el estatal se vivió momentáneamente ese proceso oxigenador en la primera parte del gobierno de Pablo Salazar y al inicio de este gobierno. Ahora estamos peor. Luego la alternancia en la presidencia de la república y en el estado, se supuso la ruptura del Gobierno-Partido dominante. Aunque lamento escribir esto, en Chiapas el PRI que debería ser más crítico resulta estar más entregado al gobierno estatal que el propio PRD, si no baste checar la contestación de la fracción priísta al último informe del gobernador Juan Sabines, donde el “valiente diputado” Bielma (que hasta donde yo entiendo es el representante del Poder legislativo) casi lustra los zapatos del titular del Poder ejecutivo, por decir lo menos.

Luego hay otro aspecto ambivalente, positivo y negativo. Con la reforma electoral de 1996, que reguló y amplió el financiamiento que se otorga a los partidos, se establecieron condiciones mas equitativas para la contienda electoral. Sin duda este paso permitió que al año siguiente por primera vez en la historia, presidente de la república y mayoría en el congreso, fueran de partidos distintos.


Con este nuevo mapa político varias cosas acabaron. Entre ellas, las arengas proselitistas que utilizaban a la revolución y la justicia social (que risa) para conseguir votos. Ahora los Partidos, cada uno por su lado, innovó campañas con sentido humanista y reclamaban bienestar tangible más que dogma. Sólo que este recurso no tuvo etiqueta de propiedad o marca registrada y el clientelismo reservado al presidente o gobernadores, comenzó a ser usado por alcaldes, legisladores, líderes o destacados miembros de cualquier Partido. Con ello el clientelismo presidencial se transformó en clientelismo partidocrático, y en una pulverización de beneficios e intereses fragmentados del ámbito local, y que lejos de ser un beneficio que diera sentido a la pluralidad, se comenzaron a hacer políticas menos coherentes y más atentas a satisfacer lo inmediato. Fue entonces cuando los partidos se pusieron de acuerdo y aprobaban leyes o presupuestos, sin temor a ser llamados a cuentas. Hasta ahora no existe un límite para su abuso.

Y finalmente está el ingrediente de los medios de comunicación propios de la era, que no es un asunto de electrónica y cables exclusivamente. El problema reside en que ahora existen cuotas para anunciarse en medios y ya no hay noticias, sino promoción y ello tiene un problema de fondo grave: no hay ecuanimidad en la descripción de un candidato o de su “proyecto político”. Ahora hay supermanes buscando el voto. Creando expectativas muy altas por parte de los electores y cuando estas no se cumplen –porque nunca pudieron cumplirse – viene la decepción y la consiguiente falta de confianza en las instituciones públicas. En el fondo, este proceso anima uno de nuestros peores defectos: la auto-conmiseración y la falta de confianza en nosotros. Son pocos los que entienden que es parte necesaria del proceso que nos llevará a ser mejor sociedad, para construir desde ahí una mejor política que fortalezca la sociedad.

Ahora, estimado lector, no caiga tan seguido en la trampa clientelar de los procesos electorales, ni acepte sin rezongar los acuerdos que a espaldas de la ciudadanía alcanzan los Partidos. Seamos concientes. Muchos políticos se cobijan en la muchedumbre y en la unión de muchos inescrupulosos, creyendo que su responsabilidad individual se desaparecerá y nadie les reclamará.