11.3.11

El gobierno, el hijo de su papá y la democracia

La política no debe ser otra cosa sino el buen sentido aplicado a la moral.
John Locke



Mientras en la mayor parte del país, se asimila el proceso democratizador que ha costado décadas de esfuerzo a millones de mexicanos, en Chiapas vamos a paso de cangrejo. Reconstruimos como innovación páginas viejas de nuestra historia, que parecen parir nonatos con garras de dinosaurios, prestos a tomar a Chiapas y hacer de él su rancho. La mayoría no creemos que estemos mejor que antes en el tema democrático y el paso que se dio en 2000 para llegar a la alternancia, nos ha mostrado – diez años después – que somos capaces de cambiar de Partido en el poder, pero al mismo tiempo de reinventar nuestra historia de ignominia y nuestras infamias.

Mucho hemos olvidado que entre 1977 y 1997, México edificó las bases para un sistema democrático franco (en 1977 el Presidente de la República, todos los gobernadores, todos los senadores y el 82 por ciento de los diputados eran del PRI). Durante esos años se reformaron las normas electorales, que ciudadanizaron y profesionalizaron el aparato que velaba por la democracia en nuestro país (Instituto Federal Electoral, y el Tribunal Electoral del Poder Judicial); se generó un sistema competitivo de partidos y se equilibraron las condiciones de la competencia para hacer a México un auténtico país con pluralidad política. Hoy el Presidente y su partido (el PAN) no tienen mayoría absoluta ni en la Cámara de Diputados ni en la de Senadores, mientras en los estados hay gobiernos del PRI, del PAN, del PRD y coligados.

Mientras hace treinta años prácticamente todos los cargos de elección popular eran ocupados por los integrantes del PRI, hoy la diversidad política se ha asentado en el territorio nacional. Con ello se ha logrado un sistema de pesos y contrapesos que dan como resultado elecciones cada vez más competidas; complejos gobiernos multipartidistas; diversidad de colores y emblemas en los cuerpos legislativos y mecanismos que buscan evitar que el ejercicio del poder público no se desborde por el lado de los intereses de grupo. Ello especialmente en el ámbito federal.

Pero, como lo ha advertido desde hace años el PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) y la CEPAL (Comisión Económica para América Latina) la explotación de la pobreza y la desigualdad social debilitan el complejo entramado de la democracia. Pues al haber a) un Estado que privilegia a unos y menoscaba a otros; b) partidos políticos y medios de comunicación que construyen sus edificios para privilegios de unos, y c) se “juegan con reglas democráticas” simulaciones de herencias de poder, (como la actual pretensión de heredarle el Partido “de oposición” al hijo de un compinche) se corroe la confianza ciudadana en procesos que, fueron tablas de salvación para los estaban hartos del teatro “democrático priísta” y con ello se fomenta la corrupción y el debilitamiento del Estado.
Bajo el principio de las simulaciones, la política adquiere características tribales y deja de ser por orden básico, política.

Si bien hasta ahora se ha logrado consolidar reglas y normas para garantizar la autenticidad de los procesos democráticos, éstos no satisfacen los fines fundamentales que les dan lugar, que es llevar bienestar a las familias.
Parafraseemos a José Woldenberg:

No resulta exagerado decir que México fue capaz de desmontar un sistema de gobierno autoritario y construir otro de carácter democrático. La evidencia empírica está a la vista.

En virtud de las particularidades del régimen político mexicano dominante a lo largo de la mayor parte del siglo XX, los esfuerzos democratizadores se concentraron esencialmente en hacer valer el voto ciudadano, en crear y mejorar reglas e instituciones electorales para que éstas fueran capaces de representar y reproducir la pluralidad real y potencial de una sociedad en proceso de modernización y crecimiento.


De ahí que no sea casualidad que durante los últimos veinte años – hasta 2007 – el centro del debate político haya sido ocupado por la cuestión electoral. Ahora lamentablemente es el asunto de la guerra contra el narco.

En 2006, Chiapas escenificó un encuentro de perversiones, pues el gobernador Pablo Salazar le hizo la guerrilla al candidato del PRI, Josean Aguilar Bodegas y para ello se valió de la ayuda de Roberto Albores Guillén y el amplio aparato electoral que meticulosamente y por cerca de dos año armó Mario Carlos Culebro, pensando que su compadre en verdad quería ser gobernador. Crédulo, hasta el mejor cocinero se le quema la sopa.

Este desencuentro entre priístas, se generó a partir de la determinación unilateral que tomó Josean Aguilar de ungirse como candidato “de unidad” sin conciliar previamente con lo otros candidatos. Si bien lo intentó fue a toro pasado. Con lo resultados previsibles. Sin embargo el PRI a pesar de haber perdido la gubernatura tenía la mayoría de los ayuntamientos, de legisladores y el mapa político mostraba lo que realmente pasaba en Chiapas. En su mayoría era priístas. Vaya, el éxito de PRD con Juan Sabines, fue evidentemente con voto de priístas.

Y acá cabría una reflexión: A pesar de ser Pablo Salazar considerado el peor gobernador de Chiapas, los candidatos priístas que se hicieron de inteligencia y trabajo, lograron ganar en procesos más auténticos, en los que no se veía la huella de león. Conozco personalmente dos casos que contra los aprecios y las intenciones de Pablo, estos dos ganaron. Hoy eso no es posible.

En el 2007 se celebró en Chiapas un proceso que se sujetó a las nuevas reglas del dueño del Rancho chiapaneco y con ello se configuró un mapa político que si bien tenía colores de pluralidad, ésta era artificial y de una simulación ofensiva. Es a partir de ese proceso que en los ayuntamientos, representantes populares y de partidos diferentes aprenden a vivir en una sumisión propia de los años 70s en la que contribuyen todos –incluidos nosotros los comunicadores- a modificar las relaciones entre los poderes, para hacer una estructura de una verticalidad que descobija la expresión de equilibrio de poderes.

El proceso democratizador sigue un rumbo extraño, la mecánica electoral nos demuestra que no existen ganadores y perdedores absolutos ni mucho menos vencedores eternos ni vencidos perpetuos y en 2010 el estado de Chiapas se parte entre tres colores básico en igualdad de peso, para expresar que Chiapas es el más democrático y el más plural. PRI,PAN y PRD ganan igual cantidad de escaños en Congreso de la Unión. En un proceso electivo, que obligó a casi todos a voltear a ver al gobernador Sabines y apreciarlo con suspicacia y muchos – hay que decirlo, aunque sea penoso – con admiración.

En este proceso de elecciones que no satisfacen a todos, se inscribe de manera especial, Roberto Albores Guillén que contribuyó considerablemente al proceso degenerativo del PRI en Chiapas. El Partido que le dio su carrera y que le permitió no solo habitar en condiciones económicas altas, para poder sostener a su familia en un status de riquezas; el partido que le permitió llegar al congreso y desde ahí catapultarlo al gobierno de Chiapas; el partido al que en 2000 dejó descobijado para que, en una frágil alianza con Pablo Salazar, éste llegara al gobierno estatal; el Partido al que en el 2006 traicionó para apoyar a Juan Sabines y por lo cual fue expulsado del mismo (Dejando entrever que si las cosas no salen como él desea, hay que destruirlas aunque en ello se vayan los valores de la lealtad y la integridad.
La traición al PRI dejó ver entre otras cosas, que solo le importa lo que él desea. No lo que es correcto o ya más vulgarmente, lo que desee la mayoría). Ahora este poderosísimo grillo, que no político, ha logrado ubicar a su hijo como diputado federal y trabaja intensamente para que su cachorro sea el presidente del PRI (¿qué tal eh? Esa es hambre de poder) con avieso fin de colarlo en la gubernatura del estado.

Y ahora alcaldes y exalcaldes, diputados y exdiputados, líderes del PRI y priístas connotados está bailando al ritmo de Albores Guillén para llevar a su cachorro a la dirigencia del PRI, y el que utilice y se aproveche de esta enome cantidad de sumisos pelmazos, no es lo criticable. Lo criticable es que ellos no sean capaces de distinguir entre la basura y la comida. Y luego en esa inercia de carrera de bajada, se suban los tímidos que prefieren estar con el ganador, aunque este los trate como lacayos y no les tire ni mendrugos.

Pero esto no es lo peor. Es más bien un ejercicio anecdótico local. Digo, me daría pena comentarlo en los estados del centro o del norte, siendo yo un orgulloso chiapaneco. Aunque sea de segunda. Lo verdaderamente extraordinario es que los instrumentos del estado se pongan a las órdenes de este par de traidorcetes y se les ponga en una posición de poder, de la cual solo emanaría más porquería.

La alternancia en el Poder ejecutivo federal fue la culminación de un amplio proceso de democratización que construimos desde hace casi tres décadas millones de mexicanos. El trabajo de ideólogos, legisladores, políticos y Partidos fue romper con la figura del gobernante omnipotente y omnisciente. La suma de millones de voluntades individuales, buscaba el sentido de la independencia y el equilibrio de poderes. De recuperar incluso, el verdadero federalismo. No hemos llegado ahí, al contrario en Chiapas, pareciera que queremos regresar al estadio donde estábamos antes.

Hoy solamente hemos llegado a un sistema donde el voto del ciudadano de a pie decide quién gobierna y cómo se componen los cuerpos legislativos. Llegamos “simplemente” a un sistema matemático democrático, que no habla de democracia a secas. Porque nuestro logro solo alcanza las urnas, mientras en nuestras conciencias seguimos siendo tan antidemocráticos como hace 30 años, solo que ahora por deseo de nosotros -que a su vez está condicionado por nuestra ignorancia, nuestra pobreza y nuestra marginación- y no por falta de herramientas.

Ahora el dragón quiere presentarse como la paloma de paz y nosotros preferimos no ver sus púas, sus colmillos y sus garras.