En México hemos llegado a extremos propios del mismísimo averno. Recuerda la Divina comedia de Dante Alighieri, de aquel que cada vez que vemos algo horrible, luego luego, decimos: dantesco. Esa obra descrita en tercetos y que cuan¬do hablan del infierno se describe en un viaje junto al poeta Virgilio -a quien Dante admiraba- y que describe los nueve círculos que poseía una suerte de cono armado con nueve platos en los que se daba castigo a los condenados. De acuerdo al sapo la pedrada. Si matabas la vaca, castigo fuerte. Si solo echabas las aguas, pues un castigo menor. En el tránsito de estos círculos que iban purificando se encontraba al mismísimo Lucifer que tenía tres cabezas y dentro de la boca de la principal cabe¬za se hallaba el pobre Judas Iscariote al cual mordía con sus filosos colmillos y dice Dante que se escuchaban horribles gritos de dolor del Judas. Qué imagen. Aunque si fuera político me cuidaría del octavo círculo… (so´bestia) para los que predicen el futuro y administran el erario público. Pero ya no sorprende la Divina Co-media. Pues aquí estamos peor ahora.
En la lucha que lidia el gobierno calderonista contra la delincuencia organi¬zada, en la semana última de agosto en¬contramos historia de horror espantosas. El 22 de agosto a la media noche, en algún lugar de Tamaulipas, varias camionetas de indocumentados que aprovechaban el manto de lo noche, se trasladaban por caminos vecina¬les para llegar a la frontera, según el relato del único sobreviviente. Cerca de la media noche les cerraron el paso al vehículo en el que viajaban las víctimas y los hicieron bajar de él. Les advirtieron que eran Los zetas y les pidieron que se sumaran a ellos los hombres, en calidad de sicarios, y las mujeres en calidad de ayudantes. Que ganarían en México y en sus países, miles de dólares. Los inmigrantes se negaron y fueron atados en el interior de una casona abandonada, y como se negaron, coléricos los patearon y los golpearon con sus armas. Y toda vez que los sudamericanos insistían negándose y alguien de ellos quiso encarar a los malditos, le dispararon sin mayor explicación. Con ello comenzó el paseo dantesco. Comenzaron a dispararles sin detenerse a escuchar los gritos de piedad hasta que no quedó uno vivo (aparentemente). 72 personas originarias de Brasil, Costa Rica, Honduras, El Salvador y Guatemala fue¬ron masacradas, y se menciona que una de las 14 mujeres se encontraba en un avanzado estado de embarazo. (malditos)
Esta relato constituye una de las peores infa¬mias de la historia moderna de México. Más lo triste es que no es una historia aislada. Con este hecho reapareció la dramática narración de Marisolina, una centroamericana que fue raptada por zetas para servidumbre y que milagrosamente vive para contar su historia.
Sin mayor cuestionamiento la secuestraron en Coatzacoalcos Veracruz, la convirtieron en la cocinera de migrantes secuestrados y de los jefes de una casa de seguridad. Los migrantes eran despojados del poco dinero que llevaban e inmediatamente les obligaban a comunicarse con sus familiares para que reunieran el rescate (tres mil dolares) que los zetas les exigían para dejarlos en libertad y pudieran continuar su camino. Si nadie daba dinero para el rescate. Eran asesinados, descuartizados e incinerados.
Marisolina no tenía parientes. – Con algo nos vas a tener que pagar güerita, la amenazaban los primeros días de cautiverio. Ella cuenta: – Al principio sólo les cocinaba pero cuando me agarraron confianza me dieron su ropa para que se las lavara. Una noche, al terminar de servir la cena, el hombre, a quien todos apodaban El perro, que era como el jefe de la casa de seguridad y quien siempre traía una arma colgando y maltrataba a los migrante, se emborrachó, se metió mucha cocaína y me pidió que me sentara a platicar con él y me preguntó: – Güerita: ¿sabes porque traigo la ropa tan sucia? Le dije que imaginaba que arreglaban las camionetas en las que trasladaban a los centroamericanos. El Perro soltó tremenda carcajada y me dijo: – Yo soy el carnicero. No hago nada de mecánica. Mi trabajo es deshacerme de la basura que no paga.
Continua la narración de Marisolina dijo: pri¬mero los hago en cachitos para que quepan en los tambos y luego les prendo fuego hasta que no queda nada de esos pendejos. Ella recuerda entonces que lavaba muchas veces, la sangre de esa gente y describe como al tallar la ropa salían los pedazos de carne. Todo olía a hollín. Marisolina estuvo tres meses bajo el cautiverio. Recuerda haber ubicado a seis carniceros, uno por cada casa de seguridad y agrega: – Arriba de los carniceros estaban los meros jefes, ellos daban orden de cuántos desaparecer”... Un día me ordenaron que subiera la comida a un cuarto al que nunca había entrado. El puro olor de ese lugar me hacía llorar. Ahí tenían a los “amarrados”. Ellos eran los que no podían pagar y estaban en la lista para ser asesinados.
Otra Historia. Testimonio que Álvaro Mén¬dez secuestrado en la inmediaciones de Reynosa Tamaulipas y que fue dado a conocer hace más de año y medio. – Los Zetas nos agarraron... Nos llevaron a un rancho muy grande, donde tienen a mujeres trabajando en la comida y en la limpieza. Ahí cayeron primero siete y luego cinco migrantes más… Al otro día, el patrón me mandó llamar. Pensé que me iba a matar. Me preguntó que si no tenía miedo. Me llevó a pasear en su troca y me quiso convencer de que trabajara con él. Me ofreció dólares, camionetas, drogas y mujeres, pero no acepté… A mí me querían con ellos porque me dijeron que necesitaban gallos como yo. Afortu¬nadamente Álvaro Sobrevivió.
Esa historia permitía prever que la vorágine de violencia iba a alcanzar los niveles de incredulidad actuales. Escuchar cómo, sin mayor trá¬mite, uno a uno, los 58 hombres y 14 mujeres, entre ellos menores de edad, fueron fusilados con ráfagas de armas de alto poder. Al final, los ase¬sinos remataron con el tiro de gracia a cada una de sus víctimas. Entre los fusilados estaba un ciudadano de Ecuador a quien el tiro final le entró, al parecer, por un extremo del cuello y salió por la mandíbula. Esperó ahí, tendido, hasta que los victimarios se fueron y pudo escapar. Él fue el único sobreviviente.
Luego corrió 22 kilómetros y detalló la histo¬ria ante grupo reducido de militares. En princi¬pio, los marinos no le creyeron, ya que en otras ocasiones han sido emboscados con mentiras de este tipo. Eran cerca de las siete de la mañana del lunes 23 de agosto cuando los marinos tuvieron contacto con el ecuatoriano quien balbuceaba que había más de 70 muertos en un rancho. El jefe de la partida informó a sus superiores e hicieron un reconocimiento aéreo en la zona y cuando se sobrevolaba fueron agredidos, lo que les hizo de¬ducir que había indicios de que fuera verdad, la masacre narrada por el sobreviviente. Fue hasta el martes por la mañana, cuando con mayor personal y pertrechos llegaron los marinos hasta el rancho y descubrieron los 72 cuerpos dentro de una bodega de maíz abandonada. Estaban maniatados y con los ojos vendados.
En las inmediaciones del rancho donde se produjo un enfrentamiento en el que murieron un marino y tres criminales, se detuvo a un menor originario de Veracruz, quien habría participado en la matanza, según las primeras versiones, este menor está totalmente adiestrado para no revelar información sobre las actividades que realizaba.
Lo cierto es que las autoridades de Tamauli¬pas y federales, saben desde hace tiempo que en esa región del país, los migrantes son extorsionados, vendidos a tratantes de personas o reclutados como sicarios. Las organizaciones civiles habían detectado desde 2008 la comercialización que los cárteles del narcotráfico hacían de los indocumentados. Por tanto esta historia, solo era cuestión de tiempo para que apareciera.
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