20.9.10

Ciegos ante el bicentenario

La historia brindó a México una oportunidad para la reflexión al cumplirse cien años de la Revolución y doscientos de la Independencia, pero se perdió lamentablemente la ocasión. El gobierno no hizo algo que valiera la pena y los ciudadanos irresponsables solo contemplamos los errores y nos revolcamos en nuestra desidia, nuestro resentimiento y nuestros lamentos.

La idea de hacer del Bicentenario una gran fiesta nacional, quedó vapuleada por las coyunturas: desde que el entonces presidente Vicente Fox nombró al perredista Cuauhtémoc Cárdenas como Coordinador de la celebración y sucesivamente cinco personas ocuparon ese cargo. Todos nos vimos envueltos en la insaciable rapiña de lo inmediato. Nada de lo que hacían nos gustaba.

En 2006 el bicentenario ató a Fox, que no fue capaz de resolver la crisis en Oaxaca y dejó al imbécil de Ulises Ruiz campear en la impunidad. Su falta de verticalidad lo enroló en el descrédito por los escándalos de su familia.

En 2007, Calderón arrancó sometido por la casi ilegitimidad de su llegada a Los Pinos y el inicio de la guerra contra el crimen organizado.

2008 fue el inicio de la crisis económica, el avionazo de Mouriño y la sucia elección interna del PRD.

En 2009 llegó la influenza, cayó la producción petrolera, se colapsó la agricultura por la sequía, la liquidación del SME y el recrudecimiento de la violencia por la inseguridad.

En 2010, mientras la clase política se disputaba 10 gubernaturas, cientos de hombres se disolvían en ácido; a otros los colgaban de puentes, mientras 72 migrantes eran acribillados y el virtual gobernador de Tamaulipas era asesinado.
El gobierno federal debió haber sido el convocante a la reflexión nacional se entrampó en bisuterías. Le faltó altura y profundidad para convocar los ánimos identatarios.

Hoy podemos decir que el Bicentenario será recordado como un problema vial y un fiestón de dos días en el que se gastaron miles de millones de pesos en todo el país, mientras el ciudadano de a pie, contemplativo, absorto y estupidizado por su jodidez no se percata que la historia está pasando frente a sus narices.