3.12.10

Juan Sabines y la mano negra.




Releyendo a Alicia Hernández Chávez en La defensa de los Finqueros en Chiapas 1914-1920 y Thomas Benjamin en ¡ Primero viva Chiapas! (La revolución mexicana y las rebeliones locales), se recuperan imágenes extraordinarias que explican porque los chiapanecos somos como somos.

En gran parte de la historia latinoamericana de finales del siglo XIX y principios del siglo XX encontramos las luchas de varias élites regionales por expandir sus economías mediante una reconformación penetrante de la sociedad local. ¿le suena conocido? ¿acaso no le recuerda los albores de la revolución mexicana? o ¿el conflicto de coletos y tuxtlecos que se peleaban la capital chiapaneca? Vaya, pues no deje de leer, que le agradará y sonreirá. O se enojará.

En Chiapas los gobernadores “progresistas” (1890-1900) cuya tutela era guiada por los científicos de Porfirio Díaz, entre ellos el principal: Don Emilio Rabasa, intentaron derribar los obstáculos políticos y sociales al desarrollo de la agricultura comercial y construir la infraestructura que le sirviera de base, pero para alcanzar la noble causa era menester, vengarse un poquito de los coletos, que ya desde antes les caían mal y promovieron rescindir la permanencia de la capital chiapaneca en la gélidas tierras de San cris, arguyendo que si estaban mal era por culpa de éstos.

El cambio de la capital del estado de San Cristóbal a Tuxtla Gutiérrez (1892), desplazó el polo comercial del estado, y las acciones de los gobernadores rabasistas –nominados así por las genuflexiones que le hacían a don Emilio – estaban orientadas a consolidar el nuevo polo chiapaneco y trataron no solo de atraer las inversiones a la capital, sino ensanchar las actividades comerciales y hacer una alcabala tributaria a todos los que pasaran por estos lares.

Los sancristobalenses por su puesto opinaban lo contrario y trataban de contrarrestar ese efecto. Se quejaban con aquel que les que prestaba oídos de que Tuxtla favorecía el desarrollo comercial en todos lados menos en Los Altos y a partir de ahí, se ahondó un profundo resentimiento entre las élites de la antigua capital hacia los tuxtlecos.

Chiapas hasta principios del siglo XX fue un mundo aislado de gran parte de la república mexicana. Sus nexos culturales, políticos y económicos se extendían mas bien hacia Guatemala, Belice, Campeche, Tabasco y Yucatán. Sus habitantes vivían de la agricultura y la ganadería, y especialmente del café y el cacao, que se exportaban y daban vida al comercio. La poca industria existente estaba la relacionada con el café y la única industria no agrícola de carácter obrero era la fábrica de hilados y tejidos: La Providencia, en Cintalapa.

Por tanto un evento de esa magnitud, revestía un interés toral en todos los habitantes de Chiapas. Era una telenovela que interesaba y provocaba el asombro, los ayes de dolor o sorpresa y mantenía en vilo a políticos, comerciantes y ciudadanos de carácter huizachero (es decir, casi todos).

Los sancristobalenses nunca se resignaron a la pérdida del gobierno del estado, y no dejaban de culpar a los gobiernos rabasistas por su marginación económica y política. Pero aquestos bragados y fieros luchadores le apostaron al complot (que no compló como dice el señor peje) y la guerrilla, ya desde esa época, y una camarilla sancristobalense denominada tenebrosamente la mano negra (que hubiera bastado con decirse coletos pá imponer miedo), encabezada por Jesús Martínez Rojas y Manuel Pineda conspiraron casi incesantemente desde mediados de los 90s del siglo XIX hasta la caída de Porfirio Díaz, buscando el retorno de los poderes del estado a su ciudad.

No podía faltar el frijolito en el arroz. Desde principios de 1902, el nuevo obispo de Chiapas, Francisco Orozco y Jiménez, se unió de modo no oficial al liderazgo de dicha camarilla antirrabasista e instó a distinguidos coletos a sumarse a tan noble causa, (Hágame usted el fabroncísimo cabor, con estos mugres curas) que derivaría en una guerra en 1911, en el que el total de muertos fue uno: una vaca, y encendió los ánimos de guerra de valientísimos chiapanecos, al extremo que en Tuxtla se unieron un grupo de “defensores” que ahora llamamos el heroico batallón de hijos de Tuxtla y en San Cristóbal hicieron lo mismo, pero sin nombre, y estaban tan ocupados en esta guerra los dos ejércitos que no olvidaron posar para las cámaras como si hubieran sido eventos sociales. Que risa.

Y mientras eso sucedía la Unión de cafetaleros del soconusco, organización fundada en 1903 por Guillermo Kahle, con oficinas en San Cristóbal de las Casas, recurrían a varios mecanismos de endeudamiento para obligar a los trabajadores a prestar sus servicios en las fincas de café, en calidad de esclavos. Pero aún cuando este dato aparece como relevante por su probabilidad (que se puede probar) lo cierto es que eso era una práctica muy regular en casi todo el estado y así estuvo hasta los 50s en muchos lados de Chiapas. Es decir, mientras unos veleidosos se peleaban la residencia de los poderes en Chiapas, a los trabajadores les seguían hincando el diente los vampiros finqueros.

El latifundio en Chiapas por otra parte era regla. La norma era la mediana propiedad. Según su uso, la denominaban finca o estancia. En promedio no pasaba de 385 hectáreas (aproximadamente) si era agrícola, y de 3575 hectáreas si era ganadera. Había en 1903 alrededor de 6794 fincas y estancias registradas como ranchos y 1571 propiedades sin clasificar que cubrían mas o menos tres millones de hectáreas, o sea el 44% de la superficie total del estado. ¿ que tal eh?

Y así estamos hoy. Mientras vamos a la nascar, tenemos torre Chiapas o ensalzamos el tenis (un deporte tan popular en Chiapas, que ya no…) Los enanos, amigos del gobernador saquean al estado a manos llenas. Mientras vemos harto anuncio en la tele; oímos hasta el cansancio en la radio de lo bien que vamos, mientras nos dan atole con el dedo sobre el arresto de Pablo Salazar por las transas del Stan (cosa que no va a pasar, por la complicidad que priva entre ambos gobiernos); mientras saturan de basura antiecológica el estado para decir lo ecológicos que son los conejosbuses; mientras diputados federales y estatales se bajan los pantalones y se inclinan como chivitos, a Chiapas le están dejando una deuda impresionante, no solo por el monto, sino porque no nos han acabo de explicar en que se gastó toda esa paga.

Mientras vemos como Megapixel, se forra de oro, no sabemos que ha pasado con el presupuesto de 2010, que ha sido el más grande de la historia de Chiapas. ¿Qué se ha hecho tanta lana? ¿Acaso fue para las casas de los hermanos Gamboa, de Nemecio Ponce, de Mauricio Perkins?¿ o era para pagar las degustaciones de queso y vino que tarde con tarde celebra el cetáceo Juan Gabriel Coutiño o para que siga comprando casas y camionetas de un millón de pesos a sus queridas, o para tapar el desfalco de su esposa Adriana? Mientras se gastan millones de pesos en arenas de lucha libre, reformas arquitectónicas a parques viejos, dipsómanos como Ángel Córdova, diputado y borracho permanente (bueno, en honor a la verdad, el primer cargo ya lo dejó, el segundo no) vende indulgencias a constructores y mientras esperamos la navidad de coca cola, Chiapas se unde en el peor gobierno del último cuarto de siglo, que no solo rayó en lo autoritario y unilateral, sino en la monaguesca ceguera de luis XVI.