Aborto: Dos milenios después y seguimos iguales
Para Helena, la tenaz
La enorme ola de corrupción y su amplia cobertura colonial fueron causas fundamentales de la pérdida del control frente a las decenas de ejércitos que luchaban por su independencia e hicieron previsible la estrepitosa caída del fabuloso imperio creado por Rómulo y Remo.
Los romanos sin embargo no cederían el poder sin luchar lo suficientes y como sabían bien, tampoco podrían ganar bélicamente. Así pues, consideraron muy convenientemente, asumirse como redentores y pastores de la religión cristiano, la cual solo unos años antes les había brindado incontables candidatos para ser sacrificados en su circo.
El catolicismo romano derivado de las tradiciones acumuladas por los seguidores de Yahvé y Elohim - Dios - y adoptadas por los astutos romanos como los ejes rectores de su nuevo imperio, se transformaron en las premisas básicas para establecer las convenciones de de la vida social civilizada. Este hecho se constituyó en uno de los principales hitos de la historia del occidental. De la noche a la mañana la nueva ley (Los diez mandamientos) prohibió desear a la mujer del prójimo, cometer adulterio, hablar mal del prójimo, trabajar el sábado, jurar con el nombre de Dios en vano, y, no matar. De este último ordenamiento emana la condena y la prohibición del aborto, pues cualquier producto nonato de un segundo de haberse concebido es considerado para la fe cristiana, un prójimo.
Desde ahí; desde la fundación de la Iglesia católica por el pescador Pedro; desde el impulso de la cristianización hegemónica en el siglo cuarto con el César Constantino y considerando principalmente en las cartas de Saulo, el ciego de Damasco (Pablo), para estructurar la organización de esta empresa de fe, la prohibición del aborto ha despertado ámpulas y acaloradas discusiones en torno a la descripción del hecho mismo.
Por un lado los católicos lo conciben como un crimen que atenta contra la vida un individuo. Los escépticos explican que la vida humana del alguien existe a partir de las emociones y los reflejos intelectuales. Enfatizan ellos que si a un feto se le denomina un ser humano, pues también lo pueden ser un esperma o un óvulo pues ambos reaccionan con información genética. La diferencia, agregan los escépticos, reside en el acto racional y sobre todo en la conclusión de un proceso vital que dé como resultado, un ser y no parte de éste.
La discusión ahora adquiere un matiz distinto. Se han sumado juristas que nos muestran una complejidad aún mayor al recordar que si existen “derechos” para el nonato, también deben de existir para la madre. Tal fue la Discusión que tuvo la suprema corte de justicia de la nación, cuando la iglesia católica sometió a revisión la determinación de la Asamblea de representantes del DF de ampliar el número de supuestos para que las mujeres puedan interrumpir el embarazo.
Es en este contexto se siguen está adecuaciones a nuestro marco jurídico que aumenten las posibilidades para que las portadoras del producto en concepción, puedan abortar.
Se enfrentará a una dura oposición por parte de los ultraderechistas y jerarcas de las iglesias advenientes del cristianismo. Pero el punto nodal puede encontrarse en una revisión somera de ciertos aspectos. Sin puerilizar vale decir que no sobra aire, ni agua en la vastísima tierra, no sobra alimento o combustible. En realidad no sobra nada, excepto gente. Si aunamos las severas crisis económicas que afectan al mundo. Si consideramos los miles de habitantes que nacieron no siendo deseados, engrosando las largas listas de miserables. Si pensamos un la enorme pirámide de crecimiento poblacional que en solo 100 años crearán los hijos de aquellos que nacieron sin ser deseados. Si pensamos en el casi medio millón de mujeres que mueren anualmente en México al abortar en condiciones insalubres y subrepticias. Si hoy realizamos un justo balance sobre el derecho de autodeterminación de las mujeres y sus parejas acerca de concebir o no. Considero que no hay mucho que discutir.
El punto es crear instrumentos jurídicos justos, que regulen la práctica del aborto y aprobarlos luego de análisis técnicos y jurídicos de amplia reflexión. Es menester evitar la politización del tema. Restarle los maniqueísmos irresponsables a fin de romper con la vieja historia chiapaneca de 1992, cuando la iglesia vendió la idea que lo que pretendía el gobierno era despenalizar el aborto y omitió decir que en realidad lo que se pretendía hacer, era aumentar los supuestos para permitir a mujeres violadas tomar una decisión personal.