Benjamin retoma el concepto para ubicar la larga duración chiapaneca en el afán de sus finqueros por construir, modernizar, expandir y mantener una fuerte agricultura comercial. Antonio García de León, otro estudioso de Chiapas, ubica a su vez como constante de su historia, la resistencia campesina. Pero remata Benjamin:
En un análisis final, la Revolución en Chiapas no fue sino un capítulo en el proceso histórico más amplio de modernización y reforma dirigidas por la élite.
Esa élite que desde que se subió al tren del gobierno revolucionario para mantener el control de las “masas populares” no se baja. Se moderniza, se reinventa pero que al final subsiste soterradamente jalando los hilos del poder público.
Chiapas mantiene ahora una descarada unción de cachorros y lo que es peor pretende continuarla, mientras lo ciudadanos seguimos escuchando hasta el cansancio lo bien que estamos, con el afán claro de que dejemos de ver a nuestro alrededor que sigue igual de mal que hace un siglo.
Si bien ya no hay tienda de rayas ni los latigazos, los embutes a líderes, dueños de periódicos, periodistas y cualquier gato que represente una posible crítica es tan indigna como la tienda de raya y el acasillamiento. El cooptar a la población jodida con lana -aprovechándose de su pobreza e ignorancia- resulta tan dañina como el látigo y si ahora podemos vivir mejor, no es por los méritos de quienes detentan el poder, sino porque los ciudadanos están un tanto más asertivos en sus juicios.