El
Acuerdo democrático de acuerdo a varios estudios contenidos en el diccionario de filosofía de Nicola Abaggnano
(1961, Turín Italia.1998, FCE, México) es un tipo de mayorías o de relaciones dadas entre mayorías que se constituye a partir de opciones elegidas. Llamamos consenso democrático a la aceptación de la resolución tomada por una mayoría de electores conformes con un candidato u opción. Llamamos pues, Acuerdo democrático a la resolución en que la mayoría estén conformes entre sí.
Este ejercicio retórico obedece a la serie de expresiones que se han generado en torno al voto nulo, que pretende expresar responsabilidad civil de acudir a las urnas y expresar no lo que pretende la jornada electoral en sí, sino extender la expresión para informar a los partidos y los órganos democráticos, la desilusión social que priva para las elecciones próximas. En su artículo dominical, publicado en la Jornada, Don Arnaldo Córdova dice con mayor claridad al respecto:
...Casi no se ha llegado a repudiar el voto sino que, más bien, se da un tumulto de razones por las cuales se nos dice que se va a anular el voto y, para ello, hay una inventiva verdaderamente notable de iniciativas sobre cómo hacerlo. Las razones de ello son casi siempre las mismas: la política está podrida y los partidos políticos son sólo instrumentos en manos de logreros que no buscan más que acomodarse en las esferas del poder...Evidentemente lo que preocupa a Don Arnaldo y a muchos, es la puerilización del tema. Al respecto expresé al Dr. Sergio Aguayo mis impresiones sobre votar y no votar -inclinándome a ir a las urnas pero expresar en la boleta opinión que dista de lo que pretenden- y el Dr Aguayo gentilemente me contestó el 5 de junio:
...(sic)Sigo en la idea de expresar el voto nulo como mejor alternativa (personal y hasta moral) para quienes no queremos votar por ningún partido pero tampoco quedarnos en casa, respetando a quienes, por la razón que sea, consideren mejor votar por algún partido...Y como bien expresa el también Dr. Córdova nadie se ha preocupado por entender la naturaleza política y jurídica del voto ciudadano y nadie ha hecho una reflexión en torno al voto como el instrumento para conformar el poder del Estado y cómo las instituciones también emanan de la voluntad popular.
Él dice que, por lo general y por desgracia, el ciudadano común no entiende ni recibe ninguna orientación de quienes deberían dársela. Hagamos a un lado la visión mercantil y comercial que hoy los Partidos le han dado a sus campañas y la débil imagen -gracias al trabajo penoso de Carlos Ugalde- que tiene el IFE y que lejos de ponderar el espíritu democrático, implora que lo ayuden los ciudadanos a contar los votos. Nadie ciertamente está en este momento diciéndoles a los votantes el valor y el peso de su decisión de sufragar.
En este maremar de imágenes cotidianas, coincido con Don Arnaldo, nadie expresa o divulga el hecho de que en nuestro orden constitucional, el ciudadano es definido como un edificador permanente del Estado, precisamente, por el ejercicio de su voto. (En el 39 constitucional se dan todas las razones... la soberanía nacional reside en el pueblo...etc)
La responsabilidad entonces de nosotros como electores es toral y múltiple. No se trata de elegir a un Partido o a un diputado como es en esta ocasión. Se trata de elegir a un gobierno. En la decisión de los legisladores mexicanos está desde disponer el gasto del dinero público y su vigilancia; nombrar magistrados o consejeros del IFE, hasta sancionar la vida pública con el ánimo de evitar que quienes ejercen el gobierno, no se desborden en intereses personales. Luego entonces, nuestro gobierno emana de nuestra decisión. Los partidos y el gobierno son lo que nosotros hacemos de ellos con nuestro voto.
Es cierto, pero nuestra idiosincrasia cortoplacista está al límite de soportar que mientras los discursos y los medios, muchas veces reflejan el avance, seguimos contando nuestras monedas para pagar lo más básico; mientras unos ven con pena disminuir sus millones, casi la totalidad de los mexicanos viven con préstamos, y mientras personajes de valía – ante la perspectiva social – son desestimados para contender en un proceso electoral, la oligarquía (el gobierno en escasas manos de poderosos) se consolida. Veamos en Comitán como el linaje -hijos de exgobernadores- o el amiguismo pone un cartel triste para el ir el 5 de julio a votar.
Solo nos queda elegir entre lo malo que hay. Nuestro sistema democrático construido con presidentes de la república, sus miembros de gabinete y los legisladores han construido este hastío, del que los ciudadanos somos en la misma proporción responsables, aunque no en igualdad.
En nuestra democracia, observamos como los que viven en la política no se quieren privar de ejercen el poder público con privilegios ¿por qué no podamos alcanzar figuras democráticas como el plebiscito, el referéndum o la revocación del mandato?
La discusión es amplia y el margen de este medio es reducido. No encuentro en la conjetura de tantas mentes valiosas, la respuesta sobre votar o no votar, o hacer ambas con resultados tal vez nimios y que de acuerdo a nuestro marco legal no trascienda.
Lo único cierto para mi, es que ejerceré mi derecho a votar y no lo haré por ningún candidato. En particular para este Blog, ninguno ha dicho -porque además no saben- qué hacer con las condiciones vergonzosas del descuido ambiental. Con base en ello nutriré mi opinión.