8.6.09

No hay cultura ambiental en México.



A decir de nuestra cultura globalizada, lo nuevo es sinónimo de mejoría o avance. Casi toda novedad es siempre un paso hacia adelante que llena una carencia -real o inducida-, y complementa un proyecto individual o colectivo, que obliga en el ámbito tecnológico-comercial, a una carrera vertiginosa por adquirir lo nuevo del mercado. (Iphones, pantalla plana, blue ligth, etc)

El deseo inducido mediáticamente de acumulación material y de consumismo, han provocado un uso indiscriminado de materias primas indispensables, que sirven en los más nimios fines, para mantener el ritmo de producción-consumo-desecho, inherente al espíritu económico de nuestra actual sociedad.

Esta carrera de producción intensiva y de consumo desmedido ha derivado en una crisis ambiental, que acusa que este modelo productivista, ya no puede perpetuarse, pues la destrucción, el despilfarro, la desigualdad, y la acumulación peligrosa de residuos sólidos al aire libre o confinados y la contaminación excesiva del agua, se están constituyendo en el principal enemigo del futuro.

Este proceso de veloz consumismo ha generado también, aparte de residuos, un discurso ambiental que revela la contradicción del mito del progreso promovido por la industria del consumismo excesivo. La modernidad que prometía llevar al hombre a la conquista del futuro, socava al mismo, minando con basura el terreno donde mañana se pretendía asentarse. Y de ahí la necesidad de un nuevo modo de coexistir y de pensar.

El pensamiento medioambiental, cuestiona la legitimidad del mito futurístico consumista, y propone un nuevo modelo de sociedad, cuya base sea el respeto al medio ambiente y el uso racional de sus recursos. Este discurso habla ya, de volver los hábitos de la cultura orgánica para producir alimentos y de aprovechar una de las mayores lecciones que nos ha dado la naturaleza: reciclar.

El enfoque particular de este discurso sanciona la destrucción de la mayor parte de los ecosistemas terrestres, de la capa de ozono, las selvas tropicales, el agotamiento de las reservas de peces en los océanos y el agotamiento del agua limpia entre otras.

Expresa el pensamiento medioambientalista, la respuesta racional, positiva y científica de la cultura occidental para enfrentar a la crisis, mediante la creación de disciplinas científicas (ecología) para que las personas enfrenten este nuevo reto.

Este pensamiento no es nuevo, desde hace cerca de 30 años se han venido incluyendo asignaturas escolares y objetivos de educación ambiental en la mayor parte de los países. Algunos como Costa Rica, Chile y en particular los países del norte de Europa han logrado con éxito entronizar esta cultura ambiental responsable. Pero observe como son muy pocos los países que tienen en la agenda diaria este tema y cuyos resultados los distinguen. No es nada grato referirse en singular a las naciones responsables, porque obvia la gravedad del problema.

Y lo lamentable del nuevo discurso, es que a pesar de sus afanes no genera una propuesta general, para combatir al modelo de vida que promueve valores opuestos a los principios de la cultura ambiental responsable.

Sin ánimo de soslayar el esfuerzo y su valía, la educación ambiental aún no se ha dirigido a la verdadera raíz del problema, es decir, a cuestionar el modelo actual, con sus patrones consumistas y derrochadores, impuestos por las conductas que induce el mercado global y que es la principal causa de nuestros vicios ecocidas. Y si bien no lo ha hecho a sido por atender la urgencia y posponer lo importante.

Los esfuerzos de los ambientalistas, no disponen de capacidad de maniobra para reorientar a un sistema de organización social antidemocrático, inviable y depredador, que es la razón verdadera de su existencia. Y al no lograrlo, incurre contradicciones entre los valores y hábitos pro ambientales que se pretenden insertar en la población y aquellas prácticas cotidianas de la sociedad consumista, que les dan sentido a los primeros.